Massacre en Obras: Bienvenidos al rock del futuro
- Franco Massoni
- 25 sept 2017
- 2 Min. de lectura

Treinta años después, todo sigue igual y, a su vez, todo es completamente distinto. Massacre Palestina, en sus tres décadas, ha perdido la mitad de su nombre y ha multiplicado su esencia. En Obras, la banda de Walas fue skate rock y multiplicó una vez más la tradición del rock nacional, pero también fue, como siempre, el rock del futuro.
Pocos minutos antes de las 22 y luego de que un puñado de próceres del rock nacional felicitara a los Massacre a través de las pantallas gigantes del estadio, Diferentes Maneras abrió la noche, casi como una declaración de intenciones: se venía una lista de clásicos mínimos, hits personales. Sonaron los clásicos y brillaron las luces: porque en esa contradicción, la de la estética absurda de muñecos decapitados y la contraposición con la estética cuidada, es donde ellos viven y crecen, donde Massacre se hace grande.
En un total de treinta canciones, los temas de los primeros discos vencieron en peso emocional a los tracks más presentes, que fueron pocos. Y en un festejo, no podían faltar los invitados: Corvata entró al escenario en skate para tocar el bajo en Violence, Sergio Rotman agregó los arreglos definitivos a Tanto Amor y hasta La Tori, eterna manager y pareja de Walas, agregó algunos coros.
Las bases de Bochi y Charly Carnota llenaron todos los espacios, los arreglos de Fico, como siempre, dejaron el terreno liberado para que El Tordo haga aquello que mejor sabe. Porque si en el Futbol total la individualidad puede ser el todo, Pablo Mondello es el guitarrista total: todo Massacre se condensa en sus cuerdas y se proyecta al infinito desde su amplificador.
Pasó la noche, Walas brilló más que nunca y dijo lo suyo, como siempre. Porque en Massacre todo es tradición, pero también es novedad. Por eso sobrevivieron treinta años. Y por eso podrán hacerlo treinta años más.
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