top of page
Buscar

Comic-con 2017: mucho más que comics

  • Patricio Cerminaro / PH: Ailén Aiani
  • 29 may 2017
  • 6 Min. de lectura

Pasó la fiesta del comic, la reunión de los freeks y los geeks, el emporio del cosplayer, del disfraz casero y de la chuchería cara, cuidada y producida. Allí están los Jokers, que sobran, los Batman, que esta vez no capturan a sus enemigos. Están también los personajes laterales y los Iron Mans: hay uno con traje de cartón y otro con tecnología semejante como para abrir y cerrar su máscara con un dispositivo que quién sabe dónde esconde. Los stands de merchandaising sobran: hay remerita, camperón, muñequito, animé, tazas, posavasos, spinners y posters. Aquello que para el ojo desprevenido es como mínimo una colección simpática y como máximo una chatarra para perder el tiempo, para el que se acerca a la comic-con no es otra cosa más que el objeto de deseo. Las transacciones son constantes y están en todos lados: durante los tres días de convención, el viernes no tanto y el fin de semana mucho más, el que quiera acercarse a cualquier stand deberá esperar apretujado uno o dos metros por detrás, porque ahí adelante hay alguien que está consiguiendo algo que busca desde hace mucho tiempo. Ese era el momento, ese era el lugar. Los fanáticos, todos reunidos, fueron a festejarse a sí mismos.


En el pabellón principal, las empresas de televisión y franquicias copan la parada: es constante e interminable la fila para entrar a un castillo medieval con un cartel de Game of Thrones en el que, prometen, podés sentarte en el Trono de Hierro. Hay juegos interactivos en los stands de Disney y Warner y, si tenés suerte, hasta podés llegar a sacarte una foto con el desfile de stormtroopers que periódicamente aparece por ahí, sin música (y de vez en cuando sin máscaras), pero igual con épica. Allá en el fondo está La Masa firmando autógrafos a los más purretes y doblando a su izquierda se instituye una largo pasillo en el que trabajan los historietistas invitados a la convención: desde David Lloyd, el lápiz detrás de V de Vendetta hasta los jóvenes historietistas nacionales, allí confluye la tinta y los pads de computadora, en una convención que es mucho más cine-con o serie-con que comic-con.


Pero del otro lado del complejo, en el escenario principal, el magnetismo se hace fuerte: en un escenario estilo festival de rock, con un campo ídem, es donde ocurriría lo que la mayoría fue a buscar. Millie Bobby Brown, Nicolaj Coster Waldau y Luc Besson fueron las estrellas internacionales de esta edición y, probablemente, la tríada de invitados más populares que propuso, hasta ahora, la convención en su versión argentina. Los paneles no defraudaron: hubo risas, confesiones, cantos a capela y se proyectó material exclusivo para aquellos que estuvieron presentes.


Paneles de Nicolaj Coster Waldau


Tres fueron los encuentros del Matareyes de Game of Thrones con su público Argentino. Y los tres comenzaron igual: él dice “Hola” y el público grita de emoción. A partir de las preguntas de Alexis Puig, las charlas fueron simétricas entre sí: cómo fue su primer encuentro con el personaje de Jaime, pregunta, “la primera vez que leí el guión me pareció un personaje muy oscuro: en el primer episodio tiene sexo con su hermana y empuja a un niño desde una torre” comenta y cierra con un “perfecto” con gestito de idea estilo Balá. Porque probablemente no conoce al ídolo de los pibes de antes, pero sí tienen algo en común: la facilidad para hacer reír. Es simpático, un churrazo, muy ocurrente y se lo nota humilde. Y al retomar la pregunta anterior, lo confirma: “Cuando me vi al espejo por primera vez vestido de Jaime fui el primero en decir que me parecía al príncipe encantador de Shrek”.


Y a pesar de que se sabe carilindo y que su rol en la historia perfectamente podría haber sido ese, el de príncipe encantador, él se siente afortunado: “creo que tengo el mejor personaje de la serie” dirá entre risas el primer día, para confirmar su seguridad dos jornadas después: “si tuviera que elegir interpretar un personaje de la serie, elegiría a Jaime Lannister”. Aunque momento, porque también aclara: “aunque lucimos parecidos, Jaime y yo no tenemos nada que ver”. Y es una suerte saber que tiene las dos manos, no intima con su hermana ni trata de asesinar niños inocentes.


Durante los tres días mantendrá la misma tónica, estará alegre y se interesará por las costumbres argentinas, confesará su admiración por River y Boca y, como es obligatorio, halagará la carne nacional (“creo que en el almuerzo de hoy maté más animales que nunca en mi vida”). Admitirá que tomó como suvenir la mano que perdió Jaime en la serie, bromeará con un par de White Walkers que se presentaron en el escenario y vestirá una camiseta de Argentina para endulzar aún más a un público ya casado con él y su forma de ser. Y, claro, obligatoriamente cerrará las charlas con algún adelanto de la nueva temporada de Juego de Tronos: “les garantizo que va a venir después de la temporada 6” dice, y se hace el zonzo, porque no puede dar más información. “No les puedo decir nada, solo les puedo decir que cada uno de nosotros se esforzó para que sea la mejor temporada. Estoy ansioso por que llegue el 16 de julio. Espero que la disfruten”.


Panel de Millie Bobby Brown


Ella está en el predio desde temprano: durante horas se fotografió con aquellos fanáticos que habían pagado un extra por conocerla y, de vez en cuando, se asomó para saludar a las niñas que coreaban su nombre afuera de esa habitación que la tenía reservada para el público VIP. Cuando llegó el horario de su panel, casi sobre el cierre del primer día, disimuló el cansancio de una larga jornada de selfie y gancho para autógrafo y salió al escenario principal con una sonrisa y agitando con fuerza unas manos demasiado movedizas para estar sostenidas por un esqueleto. Saluda en castellano, baila con el olé olé olé Millie Millie, tira besitos y le responde con un “I love u too” a una chica que dice que la ama. Porque ella es todo lo que prometieron en mil y un reportajes escritos, todo lo que se ve en sus entrevistas: la más simpática de las chicas de 13 años, la más tierna, la más madura, la más chistosa.



Su arranque en la profesión, confiesa, no fue por inquietud personal: “mi papá me incitó a hacer alguna actividad afuera de casa para poder salir los sábados” comenta, aunque también acepta que “cuando me dieron el papel me puse a llorar e inmediatamente después quería empezar a trabajar”. El papel, claro, es el de Eleven, el disparador de la historia de Stranger Things, el nexo principal entre los pibes y el misterio: “me gusta el papel porque ella es poderosa, icónica y es una heroína” dice, para continuar más tarde “una parte fundamental del personaje es su mirada, estuvimos mucho tiempo buscando la mirada perfecta”.

Entre anécdota, videíto de escenas de la serie y besitos al público, la adolescente comenta que allí, en los primeros días de grabación, todos tenían una idea común: el programa no iba a ser la gran cosa. “Estábamos realmente equivocados” se alegra.


Llegando al final de una panel de no más de media hora, la enana cazó el micrófono y se hizo gigante en el silencio de la sala colmada: con una interpretación a capela del Ave María + Fireworks de Katy Perry terminó de enamorar a su multitud, esa que entró al salón con la promesa de conocer a la estrella de los próximos años del mundo del cine y salió entendiendo que todo lo que le dijeron era verdad: Millie Bobby Brown es una realidad.


Panel de Luc Besson


Su raid en Buenos Aires fue agitado: tuvo una conferencia de prensa para los periodistas invitados, charló con ellos más tarde en un mano a mano, brindó una masterclass de dirección para algunos afortunados y fue el protagonista de un panel en el que presentó en exclusiva 6 minutos hasta ahora nunca antes vistos de Valerian, su nueva película.


El nunca antes vistos tal vez sea apresurado: a decir verdad, comenta, la película ya fue vista por Pierre Christin y Jean-Claude Mézieres, los creadores del cómic original: “fue muy divertido ver a dos tipos de 80 años solos en una sala para 500 personas viendo estas imágenes”. Es que, claro, la historia tiene larga data, pero su pasaje al mundo audiovisual se demoró más de lo deseable: “yo ya había intentado hacer esta película hace varios años, pero en ese momento era imposible de realizar por una cuestión tencológica. Fue necesario esperar 10 años hasta que la tecnología avanzara. Yo había escrito un guión por si en algún momento era posible filmarla y todo empezó a funcionar cuando salió una pequeña película llamada Avatar” comenta el director.


La charla seguía su curso natural de pregunta – respuesta – pregunta del público – respuesta, pero él prefirió romperlo. “Pongan en las pantallas la imagen de la grúa” pidió y empezó a darle indicaciones al cameraman. En un segundo y con maestría de director experto, preparó un traveling aéreo que tras el grito de “acción” paseó por sobre las cabezas de los espectadores. “Participaron en una toma dirigida por Luc Bessón” cerró Alexis Puig.


A continuación, los seis minutos secretos, picaditos de diferentes partes de la película, se proyectaron frente a un público que cumplió la promesa de no registrar las imágenes en video (“si lo hacen, ningún director querrá venir a mostrarle escenas exclusivas de nuevo”, bromeó Besson). Lo que ocurrió allí deberá quedar en la retina de los espectadores y nada más. Sólo una cosa debe decirse: si el film iguala el nivel de intensidad y de buen gusto fotográfico de los fragmentos proyectados, será de visión obligatoria para todo aquel que se diga fanático de la acción, la ciencia ficción y la fantasía.


 
 
 

Comments


Follow Us
  • Twitter Basic Black
  • Facebook Basic Black
Últimos posts
bottom of page