“Escribo para que me lean, no para disfrutarlo yo”
Para recitar su trayectoria hay que respirar hondo y enumerar: Sergio Olguín es periodista y escritor, fue fundador de la revista V de Vian y director de la revista El Amante, además de trabajar para Página/12, La Nación, Crítica de la Argentina, Tiempo Argentino y El País. Desde 1998 para acá ha editado una decena de novelas, consolidándose, de a poco, como uno de los escritores de prosa más rítmica y atrapante de la actualidad. Ahora acaba de editar 1982, una novela que narra el amor entre un hijastro y una madrastra en plena guerra de Malvinas. Y una vez más, eso, una parte de la realidad, se cuela como disparador de la trama.
En general tus trabajos siempre parten desde algún hecho de la realidad.
La realidad es tan rica en sí misma que a los vagos como yo, que nos cuesta imaginar un poco, nos facilita mucho la vida. Es muy compleja y con tantos detalles que uno puede tomar aquello que le interesa y desechar lo otro. Yo lo que nunca escribo son libros que se aten a la realidad de manera absoluta, no hay verdad en mis novelas. Más allá que el dato sea certero, eso ya está tergiversado por el género mismo que es la novela, que es un género de ficción en el que la realidad tiene el mismo valor que lo inventado. Muchas veces hay ciertas cosas que son verdaderas pero no podés incluirlas porque son inverosímiles. Una novela no puede ser inverosímil, desde la poética de Aristóteles sabemos que es así.
¿Podés sentarte a escribir por el simple hecho de hacerlo, sin pensar en publicar?
No, no lo haría, creo. Escribo para que me lean, no para disfrutarlo yo, sino para que lo disfrute otro. Si bien es muy placentero el proceso de escritura, es mucha más placentera la idea de que te va a leer alguien. El otro tema es que para un tipo de mis características sociales, no vincular la escritura con cierta forma de vagancia es complicado. Entonces podés llegar a sentir culpa cuando escribís, es como un videojuego, no podés pasarte tres horas pelotudeando con un videojuego. Lanús, mi primera novela, tuvo cierto éxito y a partir de ese momento nunca me faltó la posibilidad de tener un editor. Entonces cuando yo me siento a escribir sé que estoy trabajando, me siento con esa tranquilidad de saber que no estoy, entre comillas, perdiendo el tiempo.
¿Qué aportó el periodismo a la hora de escribir novelas?
Creo que me aportó muchas cosas, de todo tipo. Intento tener una escritura clara, actual, con un ritmo de corto aliento, que la gente pueda engancharse con el texto y leerlo sin abandonar. Por otra parte, la posibilidad de trabajar con la realidad como si fuera parte del material narrativo y la falta de miedo de la página en blanco, que es algo que en el periodismo en general no existe.
¿Creés que siempre hay ideología en lo que uno escribe?
Yo creo que sí, lo que pasa es que la ideología es mucho más compleja o más rica que la idea de a quién vas a votar. Uno va metiendo sus cosas, después el compromiso que quieras poner en la literatura es personal. Yo no creo en la literatura comprometida, no creo que meter la ideología en la novela vaya a influir en la realidad. Me parece que el trabajo del escritor es otro, entretener, producir placer en el lector, producir algún efecto.