Fito es el clásico que viene pidiendo pista
El Rosarino dio un show a cielo abierto en el Konex donde desplegó toda su paleta de colores y dejó más que satisfechos a sus fans.
Fito Páez es un caso extraño en el Rock Nacional. Quizás un eslabón perdido en cuanto a calidad compositora entre nuestros dos grande padres –Charly y Spinetta- y el resto. También sabe aplicar su vasto conocimiento de música clásica, de folclore, e incluso de Tango, pero capaz en un repertorio un escalón abajo. Lo cierto es que –si bien con más clásicos que actuales-, hoy se puede parar delante de sus seguidores y exhibir un rato de Rock con pogo incluido (Ciudad de Pobres Corazones, Naturaleza Sangre), y dejarse llevar por sus manos en una seguidilla de pedacitos de hermosos temas a piano solo como Ambar Violeta, Cadaver Exquisito, Cable a Tierra, por citar tres de varios en el enganchado intimista.
Fito tuvo la rara fortuna de haber llegado a los estadios antes que todos. Llenó Vélez – y después River, cuando Charly había tocado techo en Ferro poco antes y Spinetta, más reservado a un lugar de culto, no llegaba ni a eso en popularidad. Ese éxito, pareciera, en algo lo mareó, algo de magia le sacó. Lo nubló. Sus siguientes discos no tuvieron –en cantidad y calidad- la categoría de sus antecesores. Aunque si uno se pone de a poco a desmalezarlos, hay mucho bueno ahí. Principalmente en Abre –de lo mejor post éxito-.
Lo cierto es que la vida siguió –para Fito y para todos-, y hoy se lo encuentra más relajado, recostado sobre su etapa de oro, mechando algo de lo nuevo, disfrutando de shows con una banda muy ajustada que lo acompaña –Juan Absatz en teclado y Mariano Otero en bajo, por citar dos exponentes de lo bueno que son-. Fito se entrega a emocionar con una hermosa “Creo”, y rockearla acto seguido con el poderoso “Lejos en Berlín”. Disfruta y hace disfrutar, el show es bueno, contundente, casi sin baches, y eso no es poco para este caluroso fin de febrero.