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Review – Rogue One: A Star Wars Story


Luego de la Gran Purga Jedi, mientras Obi-Wan y Yoda permanecían ocultos en el exilio, un grupo de rebeldes se embarcó en una misión cuasi-suicida para robar los planos de la Estrella de la Muerte y asestarle un golpe letal al Imperio Galáctico. Rogue One: A Star Wars Story cuenta dicha epopeya liderada por Jyn Erso (Felicity Jones) y una troupe tan espontánea como improbable, situada cronológicamente en algún momento cercano al 0 ABY (antes de la Batalla de Yavin: el año 0 en el calendario), es decir entre las tan abucheadas precuelas y la película original, A New Hope (1977).


El desenlace es vox populi: Luke Skywalker, a bordo de su X-Wing, disparó un torpedo de protones en el único punto débil de la nave destruyéndola por completo. Pero, ¿cómo es que la Princesa Leia le dio los planos a R2-D2 en primer lugar? Rogue One narra las peripecias de estos héroes y los saca en alza de las sombras. Ahora tienen nombres, rostros y difícilmente serán olvidados. A imagen y semejanza de A New Hope, Luke se llevó todos los laureles cuando consiguió destruir la nave, pero nunca podría haberlo logrado si su amigo Biggs Darklighter, piloto del Escuadrón Rojo, no sacrificaba su vida para el bien mayor. Ahora, después de tanto tiempo, se honra a todos estos héroes olvidados otorgándoles una entidad: desde Jyn y Galen Erso (Mads Mikkelsen), pasando por Bodhi Rook (Riz Ahmed) y Saw Gerrera (Forest Whitaker), hasta Chirrut Îmwe (Donnie Yen) y K-2SO (Alan Tudyk prestando su voz), un genial droide de humor cínico y punzante.


“Las rebeliones se basan en la esperanza”, disparan en distintos momentos Jyn Erso y Cassian Andor (Diego Luna, quizás la actuación más discutible de la película). La rebelión tiene un peso mayor a La Fuerza y todo el fuselaje vernáculo de los Skywalker, Jedis y Siths. Se trata de una causa, con valores y decisiones trascendentales para todos los personajes.


Con el renacimiento de la saga de la mano de The Force Awakens (2015), el mundo Star Wars volvió a erupcionar. Sin embargo, sin calar muy hondo, J. J. Abrams apostó por un entramado conocido y firme, sin muchos sobresaltos ni sorpresas. Aquí, un año después, Gareth Edwards (Godzilla, Monsters) se hizo cargo del primer spin-off de la franquicia sumándole su impronta oscura y lúgubre. Y el resultado es fabuloso.


En Rogue One hay historia, aventura, ritmo y acción. Hay un nervio familiar que gravita a lo largo del metraje, construyendo y expandiendo el universo hacia lugares maravillosos. La trilogía original de George Lucas late con más fuerza aquí que en el Episodio VII. Ésta es una película para el regocijo del fan y, en definitiva, se reivindica frente a todo lo malo realizado en la segunda saga. Un factor importantísimo que no debe pasar por alto: probablemente ésta sea la última oportunidad de ver a Darth Vader blandir un sable de luz.

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