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Black Mirror: El futuro llegó hace rato.


“Heaven is a place on earth” prometen las compañías que proveen las nuevas tecnologías y canta Belinda Carlisle en el soundtrack de Black Mirror, la serie que volvió con una tercera temporada, para plantear los interrogantes que han sabido dar escalofríos anteriormente: ¿un cielo en la tierra? ¿Por qué y para quién? ¿Es posible? ¿A qué costo?.


Quienes son seguidores de la producción que se emite desde 2011, sabrán que hay una intención de reflexión sobre el uso y abuso de la tecnología, del consumo, la globalización y la comunicación. Se muestran historias (una distinta por capítulo), donde un personaje se encuentra inmerso/a en una sociedad absolutamente dominada por los avances tecnológicos, donde las miserias humanas están más legitimadas o asumidas y los problemas aparecen cuando éste (o ésta) tiene una sensibilidad que se pone en conflicto con la frivolidad de las máquinas y de los cegados por el poder. Esto es algo que sin duda alguna sigue buscándose en esta tercera temporada y quizá, lográndose con mayor eficacia.


Se va poniendo en cuestión absolutamente todo de forma gradual a medida que avanzan los capítulos. En un principio, lleva a pensar acerca de las formas de comunicarse entre individuos de una sociedad, la hipocresía y el desajuste entre el ser y el querer ser, la canalización del deseo en una fantasía frágil; para luego hacernos vacilar sobre la voluntad de las personas en contraste con un sistema y sus métodos de control, que se fortalecen con los aparatos “inteligentes” (“This things absorbe what we are. They know everything about us”); y finalmente, logra que el espectador se pregunte qué, en un mundo de pantallitas negras, es real o no, es posible o no (“nothing is true”).


Y asusta. Black Mirror proyecta mundos donde la inhumanidad de los que tienen el poder puede combinarse con la capacidad infinita de la tecnología y romper toda barrera, todo límite, a cualquier costo, con tal de cumplir con sus objetivos. ¿Cómo consigue esto? Luego de tanta ciencia ficción, los televidentes parecieran inmunes contra toda amenaza de un futuro frío y triste. Es difícil crear algo nuevo y que consiga un miedo real, que consiga que el espectador reflexione sobre su presente, sus acciones (e inacciones) y hasta su propia existencia. Esta tercera temporada se enfrenta con eso y gana, por diversos motivos. Cuenta con una gran versatilidad: Puede ubicar una problemática en distintas historias, con distintos problemas, distintas subjetividades, pero además se recurre a lugares comunes de un tema ya tratado y se lo explota, reinventando; hay una construcción de mundos muy genialmente pensada y trabajada: Las historias se instalan en un marco que tiene muchas características de nuestro presente, buscando un verosímil, buscando que el público sienta mayor empatía, sienta como posibilidad la realización de su deseo de un “cielo en la tierra” y que esto le provoque terror; las tramas se van desarrollando de forma tal que quienes la vayan siguiendo se sientan cómodos, para que luego las marcas de cinismo del sistema, quiebren esa comodidad y generen rechazo.


Si bien, los efectos visuales y de sonido se vuelven cruciales, todo lo que alcanza es gracias a excelentes guiones. Además, hay importantes decisiones de parte de los creadores. En tanto a la estética, lo logrado es asombroso: En un mundo donde predomina la hipocresía digitalizada, todo puede tener un tono rosa cupcake/filtro de instagram (lo que permite que sea más chocante el efecto del quiebre), en contraste a un mundo frío de la guerra, donde los colores y los planos, serán completamente opuestos, apostando a la construcción del verosímil. La idea de ubicar los capítulos que ponen a la tecnología en relación estricta con el gobierno y sus consecuencias parece no ser casual: Proporciona un final más abierto, generando expectativas y permite una reflexión en dirección a una cuestión específica, que involucra, aparte del exceso de consumo beneficiando a los poderosos, el control sobre la información y sobre nuestras voluntades de parte del estado.


El hecho de que Netflix haya comprado los derechos no es un dato menor, es el motivo por el cual la serie consiguió una mejor calidad (en todo sentido) y la posibilidad de duplicar la cantidad de episodios. Es una gran recomendación de Revista Spoiler no sólo ver esta increíble tercera temporada, sino la revisión de la producción entera, también disponible en la plataforma.

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