Peto Menahem: “El amor es una respuesta hermosa”
El marginal pero enternecedor costado lumpen del romance encuentra casa en “Caída del Cielo”, comedia romántica dirigida por Néstor Sánchez Sotelo y que cuenta, entre sus protagonistas, a Peto Menahem, encarnando a un solitario hombre de cuarenta años que vive alejado de cualquier superficie amorosa hasta que una exquisitamente desequilibrante señorita, interpretada por Muriel Santa Ana, tropieza en su vida.
La charla motivó, también, a una conclusión de la misma repasando el presente de “Le Prenom”, la exitosísima obra de teatro que encuentra en Peto uno de sus actores principales. Reflexiones del arte y de la vida en este particular reportaje.
Se estrenó Caídos del Cielo, ¿cuál es la temática que abarca la película y que influencia tiene en la misma la pareja que componés con Muriel Santa Ana?
Es una pareja hermosa. Ellos son una especie de lumpen en los vínculos amorosos. Dos vecinos que no se conocen y se encuentran de golpe en una situación tragicómica, y allí inician una historia, empezando un camino juntos. Son dos aparatos en la vida en general y en el amor en particular, ambos de más de 40 años y que andan rengos en ese tema. La aparición de cada uno en la vida del otro les hará plantear si es posible cambiar esa situación.
¿La película ahonda en torno a la crisis de los 40?
En primer lugar yo creo que la crisis de los 40 no tiene que ver puntualmente con la soledad, sino más bien con una cuestión física. Hay algo que empieza a pasarle factura al cuerpo, que no sabías ni que tenías que pagar. Aparecen límites que no tenías ganas de tener. Empieza por ahí, y sigue por todos lados. Empezás a transitar la otra parte de tu vida. La muerte es cierta. A los 20 sos inmortal. A los 45 no. La pregunta que predomina es, ¿cómo quiero llegar a viejo? ¿Haciendo qué? ¿Solo? ¿En pareja? ¿pelotudeando? ¿Cogiendo a troche y moche? Empezás a imaginar esas cosas: El final. Aunque este lejos. O no… En el medio de esas cosas se encuentran mi personaje con el de Muriel. En si la película no toca ese tema en profundidad, es más bien una comedia romántica. Esta tocado de alguna manera, pero no va de lleno allí.
¿Por qué crees que Néstor Sánchez Sotelo ensalza la historia por el lado del amor?
Yo creo que él da su respuesta al asunto. Y esa es el amor. Y yo creo que es una respuesta hermosa. Ese es el gran paliativo, encontrar otro a quien querer. La gran respuesta a la vida.
¿Qué crees que el espectador va a obtener mirando el film?
No lo podría saber. Es una película chiquita, no tiene grandes pretensiones. Y eso me gusta. Ojalá se vayan con ganas de ser buenos con su pareja, con eso me sobra. Si la gente se levanta de la butaca con ganas de hacerle un mimo a su pareja, genial. Conseguido. Una canción, una obra de teatro, un cuadro, una charla, pueden cambiar una forma de ver el mundo. Y probablemente ese objeto no buscaba eso. Si te encontrarás con uno que buscase ‘cambiar la forma de ver el mundo’, se tornaría en más bien un embole. Tal vez el movimiento es interesante. Algo así paso en el surrealismo. Pero en el momento de pintar están atentos a ese cuadro. No están queriendo cambiar el mundo, sino pintando lo mejor que puedan ‘ese’ cuadro.
¿Cuál ha sido la influencia de tu química con Muriel durante el rodaje?
Muy bien. Somos muy amigos ella y yo. Hemos trabajado juntos en infinidad de lugares, desde hace muchos años. Hemos hecho tele y teatro juntos, le tengo muchísimo afecto, y compartimos una visión del trabajo muy similar. Es genial el laburar con ella. Incluso ella sugirió que yo esté en la película. Al principio el protagónico era otro actor y la imposibilidad de este para filmar hizo que Muriel sugiriera mi nombre. Lo curioso es que esto me llegó en un momento de mi vida en que no tenía ganas de hacer muchas cosas, venía muy al palo: Televisión, teatro y radio. Quería descansar, y la película representaba un esfuerzo, ya que estoy en todas las escenas. Pero el guion me gustó, sumado al hecho de que ella estuviera allí, fue determinante. Estuve todos los días con una amiga.
En la película vos encarnas a Alejandro, un ermitaño cuarentón que se topa con el personaje de Santa Ana y consigue allí una serie de sucesos. ¿Vos creés que Alejandro es uno en sí mismo o allá afuera hay un gran número de ‘Alejandros’?
Sin dudas. Incluso los conozco. Siempre los tuve en la cabeza a quienes actúan similar. Un ‘Alejandro’ es una persona metida para adentro, silenciosa, meticulosa y quisquillosa con sus cosas y su trabajo. Alguien que si no lo mirás bien parece un ermitaño y un descuidado. Pero eso es una consecuencia de otra cosa. Gente buena. Y eso es lo que me atrae. Parecen unos chotos agresivos, pero son muy buena gente, con la que podés contar siempre. Y esa es una paradoja rarísima. Son copados con maneras medio chotas.
La kyptonita que les halla el director es el amor, entonces.
Claro, ya que el personaje de Muriel les viene a descontracturar todo. Ella es muy abarcativa y eso, si bien lo pone nervioso, es lo que le va a salvar.
Hablemos un poco de tu experiencia en el teatro, ¿cómo se encuentra evolucionando Le Prenom?
Esa obra es un hallazgo en muchos sentidos. Es un elenco genial, nos hemos hechos muy amigos. Casi como un núcleo familiar. Sin esto no se podría sostener cuatro años si no nos lleváramos así. Es bárbara la dinámica. Yo hablaba con Jorgelina Aruzzi, cuando estaba ella en la obra, y le decía que en Le Prenom se dan algunos condimentos que puede ser que no nos pase nunca más. Podés tener un grupo genial o un éxito de formas separadas. Pero todas las cosas a la vez, por ahí no lo vivimos más. Y en esa obra se dan todas alineadas a la vez. Lo disfrutás en sí mismo, lo que hemos hecho y construido. Hemos mantenido el cariño desde el primer día. Cada cambio que ha sufrido la obra no lo ha sufrido, justamente. Los hemos capitalizado muy bien.
¿Hay cierta mística en el disfrute ‘inconsciente’ de un hecho que creemos irrepetible?
Yo nunca hablo de esas cosas, no estoy muy seguro. Vos pensá que se habla de la mística del teatro y no se habla de la mística de la vida. En el teatro ya sabés lo que vas a decir, tenés un guion. En la vida no. Una obra no tiene más mística que cada día. No es todo tan lejano, vivir es así. Cada jornada será diferente. Así como también, porque no, cada función.