Esos tipos que huelen a tigre, tan soberbios y despiadados
- Martín Cormick
- 25 abr 2016
- 4 Min. de lectura

Hace 25 años, un viernes 19 de abril, ya no recuerdo si hacía frío o no. Lo que sí me acuerdo es que fuimos en subte, forma económica y rápida de ir a Obras. Subte hasta Palermo –no llegaba hasta Congreso- y de ahí el 15.
Ir a ver a los Redondos NO ERA ir a un recital más. Pensemos. 1991. Sin youtube, sin internet, sin mucha cobertura sobre los recitales, ir a ver a los Redondos era traspasar cierta frontera de lo cómodo, lo conocido. Los redondos no iban a la Tele. En ese momento, la tele podía ser ir a “Hacelo por Mi”, rockero programa conducido por Pergolini. O a “Ritmo de la Noche” más popular y, si se quiere, “grasa” programa de Tinelli. O, pocos años antes, a Badía y Compañía, programa que dio mucho espacio al Rock Nacional, y, podemos decir, fue artífice de su expansión a la masividad. Pero no. Los Redondos no iban. De hecho, el nombre era todo un enigma. ¿Quién era, si es que era alguien, Patricio Rey? Porque no era –como uno inocentemente puede suponer- el líder de la banda. Que se llamaba Carlos Solari, pero –como a los futbolistas- le tocaba heredar apodo, y ser, como Jorge, gran jugador de los 60s, “el Indio”. Entonces, sin notas ni apariciones en los medios, pero con una cada vez más creciente convocatoria, los Redondos tenían ese cosquilleo mitológico de lo desconocido, su pertenencia al Rock Under o su no pertenencia al sistema, el poco conocimiento que se tenía sobre ellos, todo agrandaba el mito. Y, por supuesto, sus canciones. Mucha épica, mucho término ambiguo. Un cocktail hermoso para nosotros, adolescentes entonces.
Casualmente, o quizás no, los Redondos convocaban mucha gente de clases populares. Mucha. Quizás esa búsqueda de creer en algo o en alguien, en años de despolitización creciente, con Menem conduciendo una Ferrari para llegar a Mar Del Plata en menos de 3 horas, y muy encantado de ir a hablar de su fama de seductor al programa de Mirtha –sí, sí, la misma Mirtha, que ya estaba hacía unos 20 años en la tele.
Y los Redondos hablaban de eso que hablan las letras de Los Redondos. En donde uno entiende lo que se entiende y lo otro lo completa a gusto del consumidor.
Ya los alrededores de Obras mostraban muuucha gente, algunos con entrada en mano, otros tantos con ganas de participar de la fiesta Ricotera, pero sin entrada. Ver gente trepando por el paredón de la “popu” de obras, y otro tipo de peripecias y acrobacias, era común. Y, por supuesto, para nada censurado. No todos los que querían ir al recital podían pagarlo, pero no parecía un impedimento. El tema es que esa vez los que no estaban tan dispuestos a permitir ese festival de la colada eran los policías. Camiones hidrantes, patrulleros por doquier y un enorme operativo daban la escenografía de antesala a lo que una semana después terminaría con la esperable noticia: parte de esa colosal represión daba como resultado la muerte de Walter Bulacio.
Épocas de edictos policiales, donde la figura de “vagancia”, “averiguación de antecedentes”, “ebriedad”, alcanzaba para que la policía detenga, juzgue, condene, y todo lo que quieras agregar por 0,50 $ para agrandar el combo.
Fue así que entre cacheos –miles-, empujones, algún bastonazo para aleccionar a los jóvenes que cantábamos canciones de entrar –castigados por jóvenes, por alegres, y pena doble si eran pobres-. Walter pagó por eso. Por joven, quizás por alegre, seguro por pobre, y fue uno de los tantos que recibió la represión habitual de la policía. Pero él no sobrevivió para contarlo. Como sí –de casualidad- tantos otros.
Aquel show arrancó con un inicio arrollador de Nuestro Amo Juega al Esclavo. Además, hubo buena cantidad de inéditos –se destaca Mi Genio Amor, con su frase “si empiezo a desconfiar de mi suerte estoy perdido, pues tengo ideas cada vez menos atrevidas”, queda una especie de comentario casual del Indio que se resignificó tiempo después. Da escalofríos la frase que suelta al minuto 4:00, en donde larga: “un cariño para un chico de la banda de Aldo Bonzi que no está pasando por un buen momento”. Por supuesto que no se referiría a Walter, QUE NO ESTABA PASANDO PARA NADA UN BUEN MOMENTO, pero sólo unos pocos lo sabrían entonces. Pero la coincidencia es aterradora.
Al respecto, y con el tiempo, el Indio se acordó en más de una oportunidad de lo sucedido puertas afuera, dejando frases en recitales, sin salir de su hermetismo mediático de entonces, y sin ser un partícipe activo de las marchas por el esclarecimiento del asesinato. Es muy buena la recopilación subida a youtube al respecto.
A 25 años de haber estado ahí, siendo partícipe de uno de los mejores recitales de una de las mejores bandas de la historia del rock, me pregunto qué tiene sentido. Sí, claro que sí, tiene sentido seguir discutiendo hoy el rol de la policía con exceso de funciones, cuando éste es sólo un botón de muestra de la represión policial permanente sobre los jóvenes de extractos sociales bajos. ¿Si los Redondos pudieron hacer más? Creo que no mucho, sólo darse cuenta que convocaban a un público que no estaba en condiciones de asistir a la fiesta. Su mito y su historia, en algún punto, los excedió, se los llevó por delante. No se los puede juzgar por no haber ido a las marchas, más allá de la opinión personal que cada uno tenga al respecto. Su música y su mito, desde 1991, no pararon de crecer. Walter Bulacio no está, otros miles asesinados por gatillo fácil tampoco, los Redondos se separaron pero nos dejaron unas 100 canciones inolvidables, míticas. El rock and roll, parece no morirá, pero tratemos, por caso, que nadie se muera porque unos pocos lo quieran.
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