Traigan sartenes que huevos sobran – Huevo en el Konex
La fiesta del pasado viernes en el Konex estuvo marcada por tres momentos. Lógicamente, salvo por las artimañas de la excepción y el talento de lo inusual, los tres momentos están referidos a los tres shows que cimentaron la noche, y el nexo entre las bandas fue la actitud, porque a ninguno le pesó la camiseta durante la noche.
El primer momento empezó con el sueño lúcido de Nidos, el grupo de pop rock sumergió al Konex en un viaje onírico que partió desde la parsimonia esperanzadora hasta el estruendo vehemente del noise, con guitarras enérgicas y atuendos lóbregos que entraban en contradicción con su música refulgente. La banda tocó temas de su último disco “Un avión para cruzar la puerta”. Para cuando el avión cruzó la puerta, el primer momento había llegado a su fin, al igual que el show de Nidos.
El segundo momento fue intenso, terrenal y reflexivo, Bigger subió al escenario para dejar atrás el trance astral y bajar a la tierra de nadie en la que viven todos. El conjunto de cuatro almas dejó en claro desde ahí arriba porqué tienen una existencia de 10 años: un extenso repertorio, un sonido sólido y un carácter inquebrantable. El show de Bigger no respiró en ningún momento, se basó en una intensidad constante y un destello de mensajes para la humanidad, que al final sirvió para calentar motores, porque lo que vendría a continuación sería la cima de la fiesta, y Bigger se encargó de ser el puente y el autor del momento transitivo para el cierre.
Durante el intervalo, con una lluvia contemplativa acompañada por un soundtrack compuesto por canciones de “Vulfpeck”, el escenario se preparaba para el gran show. El ritual es siempre el mismo, la arenga previa del equipo antes de salir a jugar el partido y darle una alegría a la hinchada, que reclamaba la aparición de “Huevo”. No se hicieron desear más, salieron e iniciaron su espectáculo, como así también, el tercer momento.
Con mucho rock, funk, coqueteos con el hip hop y el soul, más los sorprendentes cambios de ritmo y las altísimas cualidades técnicas de sus integrantes, “Huevo” tuvo la maestría de agrupar todos los sentimientos encontrados y los ambientes generados durante el transcurso de la noche, todo con una cuota de originalidad y honestidad por parte de ellos. El repertorio consistió en canciones de “Las Mil Diabluras”, covers como “Ciudad de pobres corazones” de Fito Páez y algunos adelantos de su próximo disco, que augura ser mucho más ambicioso y experimental que su predecesor.
El grupo estaba completamente mimetizado con su público y viceversa, ambos acompañados por las luces incandescentes del escenario. Hubo momentos para el pogo, para bailar al ritmo de las bases instrumentales de la banda, como así también humor y freestyle para darle diversidad al espectáculo. Tras una hora de un show que lo tuvo todo, el recital llegó a su fin con la interpretación de “Un día en Serrano”, la canción que abre “Las Mil Diabluras” pero que se encargó de cerrar la jornada en la calle Sarmiento. Culminando también, el tercer y ultimo momento, que se trató de la aglomeración de los diálogos siderales y las batallas intensas que tuvieron su lugar en la noche.
“Huevo” se debía una fiesta en la Ciudad de Konex, principalmente por lo que fue su álbum debut y por lo que son sus ambiciones como grupo musical, además de tener un sonido único e innovador teniendo en cuenta la edad del conjunto. A su primera presentación en esta urbe cultural no le faltó absolutamente nada, aunque tampoco le sobró. Se dio lo justo y necesario, que a veces, especialmente para las masas de fanáticos, termina siendo más que suficiente.