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Review: Londres Bajo Fuego


Si uno va a ver una película de James Bond al cine, espera ver mujeres atractivas por como caminan, hablan y visten. Espera ver un líder negativo que quiera vender armas, traficar personas, robar toneladas de dinero, y que para eso sienta que debe destruir al mundo entero. Espera ver al agente creado por Ian Fleming manejando autos de alta gama recién salidos de fábrica, fumando puros de Cuba y corriendo y esquivando balas cuando la película se acerca al final.


Lo mismo ocurre con la sangre, el lenguaje vulgar, soez, violento y con la necesidad de esparcir disparos y cuchillos por todas partes en una película de Quentin Tarantino.


Es lo que uno espera en ambos casos, porque es lo que se vio hasta el momento, porque es lo que mejor le sale al artista creador y lo que ha enamorado a sus fanáticos a través de los años.


En el campo literario ocurre lo mismo con Nicholas Sparks y Stephen King. Del primero no se puede esperar otra cosa que no sea amor y más amor, en las palabras, en las miradas y en los gestos. En cambio, del segundo no puede esperarse otra cosa que historias, largas o cortas, pero igualmente compuestas por elementos que conforman una trama retorcida que transcurre en tiempo y espacio actual.


El concepto de la expectativa tratado hasta aquí se aplica perfectamente a la película “London has fallen”, a estrenarse este jueves. Dirigida por Babak Najafi, es la segunda parte de “Olympus has fallen”, de Antoine Fuqua. Ambas películas tienen a Aaron Eckhart como el Presidente de Estados Unidos, Benjamin Asher; a Morgan Freeman como el Vicepresidente Trumbull; y a Gerard Butler como Mike Banning, el jefe de seguridad del Presidente.


Al igual que en el primer largometraje, una situación de gravedad y alcance internacional pone en jaque la vida del mandatario estadounidense y la de mucha gente, pero el agente Banning debe priorizar la vida del jefe de estado. En consecuencia, ante el acecho de los terroristas y su peligrosa voluntad de querer destruir a las grandes potencias occidentales, se suceden escenas que una detrás de la otra, tienen a los dos protagonistas escapando de aquí para allá, disparando, saltando, escondiéndose, sudando y luchando por sus vidas. Detrás de ellos, los chicos malos, oriundos de Corea del Norte en la primera película, oriundos de Medio Oriente en esta.


No puede esperarse mucho más que explosiones, escenas de escape y muchas muertes, de gente buena y de gente mala, pero que aporta a que se produzca esa expectativa, tan adherida a los escritores, directores y personajes nombrados en el primer párrafo.


Están bien logrados, sin embargo, los efectos de sonido, de fotografía y de edición y los diferentes actores responden cada uno con su performance. No obstante, nada de esto mueve al film de ese lugar común que son las películas de acción.

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