Coldplay: jugar a lo seguro
Para Coldplay, cada fan es una luz. O al menos eso da a entender cuando, en el ingreso al estadio, les regalan pulseras repletas de leds. Con esos aparatos, todos participan, todos ayudan y todos pueden sentirse especiales por ser parte de un gigantesco espectáculo de luces. Desde los chicos hasta los grandes sonríen cuando la pulsera comienza a hacer su gracia. Es que los ingleses se pueden dar el lujo de explotar todo lo visual que un enorme estadio como el Único de La Plata ofrece y encima generar conexión con su gente.
En orden, después, está la música. Pero en un segundo plano. Los tipos pueden abrir el juego con A Head Full of Dreams y seguir con un viejo conocido como es Yellow, pero no porque deseen sacársela de encima, sino porque saben que son rehenes de las expectativas del público. La banda que lidera Chris Martin no se arriesga a no gustar, y por eso pierde efectividad. Cualquiera que haya visto un video de sus conciertos puede leer casi sin querer a donde van a dirigir la próxima canción, o qué clima tratarán de generar a continuación.
Aunque ejecutan su música con precisión y solidez (mención especial para Will Champion, arma secreta y corazón del grupo), es perturbador que de una discografía variada y repleta de hits como la que tiene Coldplay, elijan cantidades de temas poco interesantes (Viva la Vida, Clocks, Every Teardrop Is a Waterfall) que la dejan mal aprovechada.
No hay pelotas de colores, pulseras o cantidades guarangas de confeti que puedan remendar ese agujero. O sí, porque a fin de cuentas no se los puede condenar por darle al público lo que pagaron por ver. Pero sí por ser hipócritas y dejar de lado las aspiraciones artísticas que utilizan como estandarte cada vez que presentan un nuevo trabajo. Entonces, cuando aparecen las viejas magias como Politik y las nuevas glorias de Us Against the World o Midnight, no es más que en un contexto plástico y poco emocionante.
Otra prueba de que Coldplay juega sus cartas a favor de la audiencia fue la exangüe versión de Heroes, como un fallido homenaje a David Bowie donde a Martin no le dio la voz para jugar a ser el Duque. También estuvo la encuesta por Instagram (?) donde ganó Green Eyes y llevó a los músicos a un mini escenario entre el mar de gente, donde se produjo el momento más íntimo de la noche.
Cuando los londinenses se despojan de la pomposidad (por ejemplo están los interludios techno; un discurso de Obama y la lánguida opereta Up&Up, entre otros), muestran su mejor cara. Gracias al espectáculo es imposible salir disconforme de sus conciertos. Pero como buenos caballeros ingleses que son, lo que hagan siempre va a ser, cual película de Disney, bello, minucioso y poco ofensivo. Algo muy lejos de una aventura de la vida.