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Lollapalooza, día 2: Irregularidad


Las primeras horas del segundo día del Lollapalooza Argentina 2016 la ganaron los grupos nacionales: temprano, Los Espíritus llenaron de climas sombríos el campo del hipódromo. Más tarde, Eruca Sativa, Boom Boom Kid, Leo García y Carajo demostraron que el sonido del país no tiene nada que envidiarle a todo lo que viene de afuera. “No esperábamos tanta gente a esta hora para vernos” confesó Corbata, lider de la banda de nü metal. Porque es cierto: a pesar de las nubes, la gente esta vez llegó temprano a la cita.


A las 4:15, con puntualidad religiosa (como a lo largo de todo el festival) los Ghost aparecieron el Main Stage 2, vestidos de sobretodo negro y con máscaras plateadas de diablos. Una especie de Heavysaurios para adultos, con una tibieza impropia del metal, un enorme ni fu ni fa.


Se ha dicho mil veces: Brittany Howard no es una cantante, es una tía. Y para qué han sido creados los tíos sino es para hacer regalos. Los Alabama Shakes, entonces, dieron el regalo más grande que podían dar: el poder de un show sincero y abrumador. De a ratos repetitivo, es cierto, pero sobre todo un recital sentido, para que a los prejuicios se los lleve el viento.


Unos pasos más alla, los Bad Religion hacían de las suyas, punk californiano puro y duro. No hay lugar para sorpresas y, realmente, no fueron necesarias. Brandon Flowers, cuando el sol empezaba a bostezar, apareció sobre las tablas de su escenario, vestido a lo Luis Miguel e hizo lo que pocos esperaban: tocar canciones de su carrera solista. Algunos temas de The Killers lo rescataron de su agonía. Porque eso es lo que hacen los cantantes que no tienen otra forma de rescatar su presente.


El sol definitivamente había caído y un discreto Noel Gallagher apareció en el escenario. Flowers murió por el contraste. Es que el ex-Oasis tiene una carrera solista sólida y autosustentable, una identidad que escapa a la banda que lo hizo famoso. Promediando el show, llegó el momento de los homenajes a su ex banda y todo se volvió forzado. Después de Wonderwall, la faena terminó con una versión de Don´t Look Back in Anger cantada por el público, casi como la devolución de un favor.


De alguna forma, a alguien se le ocurrió que la suma de música del pasado con tendencias del presente daría como resultado a la banda del futuro. Ese absurdo matemático devino en Mudford & Sons, que en el escenario 2 hicieron delirar a gran parte del público del predio.


Apenas terminado el show de Babasónicos, repleto de hits y canciones viejas, llegó el momento de Florence + The Machine. Como un equipo brasilero que se juega la clasificación, los primeros quince minutos fueron arrolladores: What the Water Gave Me + Ship to Wreck + Shake it Out. Las primeras gotas de la noche empezaban a caer y ella, como un hada poseída por el demonio, corría de acá para allá entre la gente, ya despojada de cualquier formalidad. Incluso trepó el mangrullo para cantar y se abrazó a un puñado de fanáticos. Con el correr de las canciones, la intensidad se fue diluyendo. Como un equipo brasilero de los nuevos.


Como el anuncio de una renovación, la noche del sábado 18 terminó con lluvia. Justo cuando se apagaban las luces del Lollapalooza, todo lo viejo se limpió con el agua. Entonces, ahora sí, hay lugar para algo nuevo.




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