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No soy tu muñequita

  • Gigi Soul
  • 7 mar 2016
  • 3 Min. de lectura

Son muchas las mujeres que al salir de su casa, conviven a diario con supuestos “piropos” por parte de desconocidos y en su gran mayoría, hombres. No importa la edad ni de ellas ni de ellos, porque lamentablemente este tipo de práctica se ha convertido en una costumbre para muchos ¡individuos que sienten un insolente arrebato por intentar halagar con groserías a mujeres transeúntes, las cuales pueden llegar a ser insultadas o abusadas físicamente si no acceden a sus perversos deseos o les corresponden con una sonrisa.


Tatyana Fazlalizadeh es una joven activista y artista visual residente en Brooklyn que está recorriendo el mundo con su exposición artística para crear conciencia sobre el acoso callejero. Su iniciativa comenzó en 2012 con el dibujo de un auto retrato junto a la leyenda “No le digas a las mujeres que sonrían” situado sobre un muro, convencida de que el arte callejero es una herramienta potente para abordar un problema de inseguridad ciudadana que se produce a diario, en la misma vía pública.


Motivada como tantos artistas por su propia experiencia y la impotencia ante esta errante violencia de género, canalizó su rabia utilizando la pintura al óleo como arma para crear un impacto social y decidió darle voz al conflicto. Comenzó a retratar otras mujeres junto a frases como “Las mujeres no están buscando tu verificación” o “Acosar a las mujeres no confirma tu masculinidad”, para crear debate en su barrio sin imaginar que la conversación se propagaría más allá de sus fronteras. La rancia idea de que la mujer pertenece, cual objeto, al hombre, lleva implícita la de percibir al cuerpo femenino como un entretenimiento público destinado al placer del varón.


Recientemente su muestra salió de USA por primera vez y llegó a México, uno de los países con las tasas más altas de violencia sexual hacia la mujer, donde sus cuerpos son vistos como objetos accesibles a los hombres aún si ellas no lo desean. Tatyana junto con la diseñadora local Ingrid Rendón reunieron una docena de mujeres en el barrio de Cuauthémoc para compartir sus historias. Poco tiempo después y como parte de la Semana Internacional Contra el Acoso Callejero muchas personas y organizaciones alrededor del mundo pegaron posters en sus comunidades, consiguiendo que el movimiento llegara a Berlín, Canadá, Francia, Trinidad y Tobago o el Reino Unido. La artista dispone en la web del proyecto un formulario de contacto donde convoca a cualquier persona interesada en extender la conversación sobre el acoso callejero, para crear imágenes con el lenguaje y las historias de diferentes ciudades del mundo.


Su proceso creativo comienza al reunirse con otras mujeres que han sufrido acoso callejero para conocer sobre sus biografías y como asocian estas experiencias a su vida. Luego las fotografía y utiliza sus imágenes incluyendo en los posters textos sobre lo que expresaron sentir ante comentarios denigrantes, ofreciéndoles la oportunidad de comunicarse con los acosadores a través del arte, para ratificar que ninguna mujer debe permitir ser tratada con impudicia. La artista no está hablando sobre cumplidos corteses que enaltecen la belleza al verla transitar, tampoco sobre la cuestión de sentirse atractiva o valorada por desconocidos, sino que centra su discurso en el acoso sexual callejero lascivo, burdo y vulgar que intimida a mujeres adultas o incluso niñas, fomentando el agravio y la humillación de la violencia machista en la sociedad. Porque la hombría es noble cuando va ligada al respeto a la mujer por la virtud de ser persona.

 
 
 

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