Las venas abiertas de Indonesia
El archipiélago no es solo cuna del surf en playas paradisíacas, de expediciones espirituales o destino bajo coste de mochileros. Joshua Oppenheimer dedicó más de una década de su vida para hacer visible a través de las agudas imágenes, el conflicto que vive Indonesia desde la paranoica Guerra Fría, con el ánimo de crear un legado sobre todo lo que se rompe en las familias, destrozadas por el miedo que fomenta la impunidad de los crímenes de lesa humanidad. Director del documental El Acto de Matar y promotor de su acceso gratuito en cualquier red social, filmó durante su estancia entre los años 2003 y 2005 suficiente material para crear esta segunda parte, a sabiendas que después del estreno en 2012, no podría volver más.
En 1965 la democracia dirigida por el presidente Sukarno sufrió un golpe de estado militar que ocupó el poder durante más de cuarenta años, con el consecuente sufrimiento del genocidio de supuestos comunistas perpetrado en las aldeas, por escuadrones de la muerte. A través de la historia del valor de Adi Rukun por comprender el asesinato de su hermano, se revela la fuente del trauma en una sociedad donde los culpables no sienten ninguna responsabilidad y aún hoy, exterminan el pasado al no aceptar hablar sobre lo ocurrido, sin vanagloriarse por los actos cometidos. Estimulando el silencio que sigue a la atrocidad, cuando no hay justicia.
“Los matamos porque los americanos nos enseñaron a odiar a los comunistas” declara el líder del Komando Aksi en una de las escenas pero su sentencia es comprensible, ya que bajo la presidencia de Lyndon Johnson y su afán por acabar con la conspiración comunista, Estados Unidos no solo invadió Vietnam sino que proporcionó al ejército indonesio apoyo financiero, militar y de inteligencia a través de la CIA.
Resulta estremecedor observar el espeluznante cinismo de varios criminales ante la humilde mirada de Adi, admitiendo haber bebido sangre humana para evitar volverse locos o verlos recrear cómo apuñalaban a las víctimas. Impacta su templanza e integridad al escuchar la rudeza de los relatos con la intención de vislumbrar algo de piedad en políticos, vecinos o hasta familiares enzarzados en un discurso nocivo, respecto al supuesto peligro de hablar sobre aquellas matanzas, ya que podría provocar se volvieran a repetir. Todavía existen demasiadas personas implicadas que continúan en puestos de poder y sienten terror, al considerar que su ansia de imponer ideales con mano de hierro, pueda ser cuestionada.
Un valioso reflejo sobre la necesidad de la memoria moral en pueblos asediados por la catástrofe del holocausto, para replantear nuestro pensamiento universal y favorecer la acción, ante el olvido de las víctimas en los relatos de hechos históricos.