Días de vinilo
Si te dicen que HBO va a lanzar una nueva serie escrita y producida por Martin Scorsese y Mick Jagger, las palabras “música”, “sexo” y “drogas”, son las primeras en venir a tu cabeza. En los primeros cinco minutos de las casi dos horas de duración que tiene el episodio piloto dirigido por el mismo Scorsese, ya se dejan ver estos elementos.
Ambientada en los '70, en lugar de narrar los orígenes de una banda como podría hacer un relato más de temática musical, Scorsese y Jagger eligen como protagonista a Richie Finestra – Bobby Cannavale, un actor hasta ahora no muy reconocido ni de gran nivel, en lo que ya podemos suponer es el papel de su vida –, el dueño de una discográfica, American Century, que está a punto de quebrar. Aquí no se trata de mostrar lo hermoso de esa época; el dúo, junto con Terence Winter – guionista de El lobo de Wall Street y de episodios de Los Soprano y Boardwalk Empire –, optan por el lado podrido de la industria. El casting se completa con Ray Romano, como el publicista inescrupuloso, Juno Temple, “la chica de los sándwich” con un cajón de escrito más abastecido que una farmacia, quien descubrirá a una nueva banda, Olivia Wilde, como la esposa de Richie, y muchos, muchos más personajes.
“Yo me gané el derecho a ser odiado”, nos anuncia Richie. El episodio comienza con él, completamente drogado, entrando a ver una banda under, y en medio de la vorágine de ese recital, se interrumpe el relato para contarnos qué pasó en los días previos, pasando sin aviso a años anteriores, cuando Richie conoce a Lester Grimes, su primer artista. En medio de las negociaciones para vender su compañía, debe afrontar desde la pérdida de contratos cruciales – con Led Zeppelin, nada menos – hasta una pelea que puede lograr que sus discos no suenen en las principales emisoras; el pozo en el que se va sumergiendo el protagonista es cada vez mayor, y cuando ya tocó fondo y está a punto de perderlo todo, es la música que viene a rescatarlo. Es el cassette de una banda desconocida que promete, es la horda de jóvenes que pasan sobre su auto, es el recital al que asiste. Trazando un paralelismo con su vida, todo se derrumba y él, Richie Finestra, se pone de pie entre los escombros. Sobreviviente casi intacto, camina a encontrar esa banda que volverá a poner a American Century entre las primeras discográficas del país.
Si el negocio de la música es sucio, el amor por ella no lo es. Su protagonista ama el rock and roll, y quiere transmitirlo. La serie lo acompaña. La banda musical es un placer para los oídos, con grandes temas escogidos para las distintas escenas, a todo volumen. La música no es solo un componente más, es tan protagonista como los personajes, por la temática y por la importancia que tiene, por como irrumpe entre las imágenes, todos los temas nos golpean en la cara y nos piden que les prestemos atención, no están solo para ponerle un fondo musical a una situación particular, el cuidado e interés puesto en esta banda es tal que en varias escenas juegan a cambiar el punto de escucha según los personajes y los espacios. No nos olvidemos que, además de Mick Jagger, Scorsese es un fanático musical, basta con ver cualquiera de sus films. Lo visual también merece ser tenido en cuenta. Tenemos una cámara que se desplaza con soltura describiendo un espacio, tenemos montaje con saltos y repeticiones para dar cuenta de la alteración del personaje, cámaras lentas que le dan más fuerza a la imágenes del rock, todo combinado con una fotografía que no tiene reparos en jugar con los tonos azulados, o con el efecto del humo y del contrastre, y el arte que refuerza la escala cromática y hace una excelente recreación de esa década.
Es la música el gran acierto de esta serie que tiene un buen inicio, luego decae mientras introduce a los personajes y explica la situación. Con cuidado, Scorsese logra ir agravando los problemas y volver a capturar al espectador, nos va poniendo los elementos que harán dar un giro a lo que veníamos viendo para volver a captar toda nuestra atención y darnos un final que bien podría ser el de una película, pero que sabemos que no lo es. Aún hay mucho por resolver. Y por suerte, tenemos nueve capítulos más para hacerlo, en los que se espera que aparezcan más figuras musicales, que su pasado vuelva a confrontarlo, que en su intento por no perderlo todo, termine atrapado en problemas mucho más grandes.