Que la fuerza te acompañe... otra vez.
Cuenta la profecía que un día llegará la película que reunirá a Nerds, Geeks, viejos, jóvenes, adolescentes, americanos, asiáticos, africanos y europeos. Una película que logrará finalmente desvanecer las diferencias de edades, razas e ideologías para formar filas detrás de las boleterías y tiendas de pochoclos, sin distinción alguna entre tales y cuales personas. Ese día está llegando: se estrena Star Wars episodio VII.
En realidad, no existe tal profecía, ni nunca debería existir. Pero si hay algo que nunca debió haber existido, es la propia Star Wars: El Despertar de la Fuerza. Sí, primero fueron tres películas y luego tres más y ahí terminó. Pues parece que no. De todos modos, es válido festejar.
La joda (aunque tal vez ahí debería decir "yoda") sigue porque un buen día a Disney se le ocurrió que sería buena idea comprar la franquicia. Y así fue, en lugar de hacerse de una hamburguesería o de una tienda de cafés fríos, invirtió y ahí nomás largó el anuncio de tres nuevas películas y una variada oferta de spin-offs que irán apareciendo paulatinamente. En un principio, la sensación fue agridulce: vuelve Han-Solo, los sables laser y el lado oscuro, pero tras la pluma creativa de unos cráneos que disfrutan creando coreografías, matando a los padres de los protagonistas y haciendo cantar a cualquier cosa que tenga boca o se la pueda dibujar. Luego, de a poco, con la aparición de los trailers, el ánimo popular fue cambiando y los fanáticos de siempre, aquellos que parecen tener la llave de la legitimidad, empezaron a respaldarla en las redes sociales.
En todos los campos de las pasiones humanas, da la sensación, empiezan a extinguirse los dinosaurios. Ya casi no quedan futbolistas legendarios, las bandas míticas empiezan a apagar sus amplificadores y los escritores de miles de palabras se mueren de a uno. Cuando aparece semejante monstruo, surge la pregunta: ¿hacía falta? y ella desencadena una serie de nuevos interrogantes: ¿era necesario poner en peligro la credibilidad y el nombre de una marca sólida y querida? ¿Podrán los actores como Harrison Ford bancar el peso de los años bajo el nombre de un Han Solo anciano, sin pasar vergüenza?
De alguna manera, la reaparición de Star Wars con la segunda trilogía de películas, fue una manifestación similar, algo que podría no haber existido, pero que venía a dar nuevos datos de ese universo fantástico. Pero esa secuela, de esta marca de innegable núcleo capitalista (por una condición intrínseca de la coyuntura y contexto histórico en la que fue creada), era en escencia, distinta. Parecía decir "hagamos películas, el merchandaising es un by-product". Mejor dicho: hay que filmar, el resto será una consecuencia y una ganancia extra. La nueva entrega de Disney, sin embargo, parece decir "hagamos merchandaising, las películas son un by-product".
Mas esto no debería ser tomado como un escándalo. Sería ingenuo negar la lógica materialista de una industria cada vez más ídem. Lo que sí es realmente interesante, es la ola expansiva que genera este tipo de blockbusters cuando caen al mar de la industria cinematográfica. La aparición de Star Wars durante los años 80 supuso una evolución repentina de la forma de hacer cine y, sobre todo, de la manera de comercializarlo. Su irrupción fue un highlight en la historia de la cultura moderna, una revolución. Por eso también resulta peligrosa una nueva aparición de La Guerra de Las Galaxias: de alguna manera, sus seis entregas anteriores generaron un paso adelante en la cinematografía, ya sea por novedades argumentales o tecnológicas.
Mantener esa constante resulta difícil, sobre todo en un mercado que parece saberlo todo y no tener nada más por aprender, al menos en materia extra-tecnológica. Pero la mencionada ola expansiva de las apariciones gigantes sí podría funcionar como una inyección de adrenalina por parte del resto de los realizadores cinematográficos. Todos necesitan algo contra lo que luchar.
Tal vez el motivo más grande por el que es digno de celebrarse el Episodio VII (y sus posteriores secuelas) sea la inserción del universo Star Wars a las nuevas generaciones. No por una razón económica, claro (de eso se encargarán los contadores de Disney), sino por un hecho creativo y de salud cultural. Los grandes directores y actores del hoy, crecieron con la gracia de Han Solo, los "yo soy tu padre" y los consejos de Yoda. Los grandes realizadores de mañana, tal vez, tengan algo en lo que creer y algo de lo que enamorarse en esta nueva entrega.
Todo parece estar listo y la moneda está en el aire. Vuelve la película que es, fue y será la religión de muchos. Como un dios, Star Wars trabajó duro en seis oportunidades. Pero a diferencia de ese vago, en la séptima entrega no descansó.
Artículo publicado originalmente en la edición de diciembre de Revista Spoiler.