La fiesta fue en San Pedro: El Mastai
El sábado, más de 40.000 personas asistieron desde todos los puntos que se puedan imaginar a la segunda edición del Mastai. Esa tarde, al sol no le faltaron ganas y fuerzas, pero no tampoco rajaba la tierra. Las intensas lluvias de los días previos hicieron que cada pisada en la arena del Balneario Municipal de San Pedro no sea firme.
Pasadas las tres de la tarde comenzó la música y a partir de allí, grupos aislados de gente se empezaron a agolpar cerca del escenario para poder saltar y escuchar a su banda.
Pablo Lescano fue el que “hizo ruido” con su teclado, no sólo por aparecer en la grilla rodeado de rockers, sino porque cuando comenzó su set, sin importar el color de la camiseta todos comenzaron a saltar y a bailar. Seguramente por esa fiesta que contagia, fue que los organizadores incluyeron a Damas Gratis en el line up.
El armado de los escenarios pegados, a diferencia del primer Mastai, hizo que se defina una sola zona de trapos, mientras que las colas en los baños y en las cantinas se acrecentaban a medida que avanzaba la noche.
El primer plato fuerte llegó con Divididos. El power trío hizo vibrar a todos con los graves de Arnedo y la potencia de Catriel. Y qué decir de Mollo: ¡un crack! Un excelente sonido sumado a una pared de equipos al re palo, hicieron sentir como cada uno de los asistentes era atravesado por cada tema. ¿Por algo es la aplanadora del rock, no?
Luego llegó el turno de Ciro y los (excelentes) Persas. Tan sólo con su armónica hicieron desaparecer esos pocos minutos de espera luego de Divididos. Aún no eran las 12, pero todos corearon el himno nacional al ritmo que marcaba el viento de Ciro.
El set de los uruguayos de NTVG en el escenario Norte contrastó con una noche a pura potencia.
Y al final de la jornada llegó lo que muchos esperaban: tal como hace un par de años en el primer Mastai, el cierre estuvo a cargo del incansable José Manuel Arturo Tomás Chao Ortega. O más simple: Manu Chao y su criolla.
Una grilla que prometía y cumplió. Seguramente muchas caras coloradas y marcas de remera recordarán a todos los que gritaron presente en el segundo Mastai, un sábado en el que se llevaron mucho más que esa banda a la que fueron a ver y escuchar.