Grande Ariana Grande
La cantante teen con más crecimiento en los últimos años llega al país para seguir luchando por la corona del pop.
El espíritu madonniano de Like a Virgin parece revalorizarse en la (poca) carne de la nueva chica mimada de la industria. Es que Ariana Grande es un recuerdo del futuro pasado: la inocencia de los ochenta y los samplers frenéticos del siglo XXI, todo en un remix en el que pasean David Guetta, Nickelodeon, un montón de frases inocentes y las obligaciones estilísticas de la típica artista pop modelo 2015.
Casi como un lugar común, Grande inició su carrera en la televisión. Pero, a diferencia de otros ejemplos históricos, no fue la protagonista de su serie, ni tampoco tuvo una gran repercusión. Fue casi un extra con nombre, el sesionista que no es presentado frente al público en un show. Luego de su paso por varios programas, siempre emitidos por Nickelodeon, llegó su primer protagónico, en la serie Sam y Cat, casi en simultáneo con el lanzamiento de su álbum debut, Yours Truly.
Desde allí, su popularidad creció exponencialmente. No a base de escándalos, ni por sus cada vez más importantes participaciones en TV, sino por su música. Pop pelado, típico, de beats cuadrados, autotuneado y superprocesado. Nada más que eso. Porque ella no parece ser mucho más que eso que se ve: la típica sweet girl de la selfie con la lengua afuera. Y su música también es eso: otra selfie más en Instagram. Pero con miles de likes.
Su éxito usufructúa su sencillez, que contrasta con el bullicio escandaloso que generan sus pares. Y en ese mar revuelto, tira la caña y pesca. Por eso mete hits en los charts con ritmo aún más frenético que los bombos en negras que son obligación en sus canciones. Por eso llena estadios y sigue sumando seguidores: porque contrasta con sus colegas.
My Everithing (2014), su último disco, es un álbum pop clásico pasado por el filtro de la década: la muerte de las guitarras en manos del sintetizador, el rap como sello obligado, la colaboración de David Guetta como signo de legitimación y un montón de voces sobregrabadas que se derriten por el chico más guapo del condado. Sólo basta con escuchar los simples Problem, One Last Time o Break Free. Cualquiera de ellos es representativo de su música, pero aún más de su estilo, que parece decir: “esta soy yo, y quiero seguir viviendo en el mundo rosa del pop”.
Una tarde, Grande fue filmada en una tienda lamiendo una dona de chocolate que no deseaba comprar. Escandaloso, ¿cierto? Por eso, sus pedidos de perdón fueron miles, casi a súplicas. Es que no quiere tener que despintar ese mundo rosado que se construyó a medida. Pero de acá en más, le resta tomar una decisión por la que, según ha escrito la historia, debe pasar toda artista teen llegada de la TV: lograr la mística de una noche infraganti o un romance escandaloso o guardarse en la tranquilidad de lo cotidiano y esperable, para ser la chica impoluta que la industria ¿necesita? Lo cierto, es que en el juego de tronos por la corona del pop, ella es la candidata inesperada, la que aparece en el sprint final y puede quedarse con todo.
Artículo publicado en el número de octubre de la Revista Spoiler.