“Cerati se desprendía muy fácil del pasado”
El periodista Juan Morris editó recientemente su libro Cerati: La Biografía. Allí, la vida y la obra de Cerati se vuelven relato, bajo la mirada de una pluma que indaga sobre lo cotidiano (“a Gustavo le gustaba mirar documentales de tiburones”), pero también sobre su ser (“él no tenía melancolía, se desprendía muy fácil de su pasado”). Spoiler habló con el autor sobre los comienzos del proyecto, la relación entre Soda y Los Redondos y las costumbres poco conocidas de Cerati.
¿Qué te motivo, allá por el año 2010, a hacer la biografía de Cerati?
Yo hice una crónica para el anuario de Rolling Stone que fue la reconstrucción de los últimos días de Cerati en Venezuela. Reconstruí la gira de presentación de Fuerza Natural y la grabación del álbum. Por un lado las canciones de Fuerza Natural les empezaron a sonar premonitorias a los familiares y a los amigos cuando Gustavo estaba en coma, una especie de anuncio de lo que iba a ocurrir, como una descripción de sus estado, un momento creativo superinteresante. A nivel lírico se introducía muy fuerte la cuestión del tiempo, un disco existencialista de un hombre de cincuenta años. Me pareció un gran desafío contar esa historia. Murió en un gran momento creativo, sin dudas Fuerza Natural está entre lo mejor de su obra.
¿En tu opinión, Gustavo fue el artista argentino de mayor importancia en Latinoamérica?
Más que en mi opinión. Es el artista que más impacto tuvo en la región con Soda y con su carrera solista. La Soda-manía no la vivió nadie más que Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti. Se dio por una combinación de factores, en los 80 en Argentina había una gran tradición de rock en español y en el exterior, en Latinoamérica, no. Soda, con su look, sonaba como una banda inglesa de aquel momento, pero cantaban en español.
¿Pudiste desentrañar como era Gustavo? Se sabe que era un obsesivo de su trabajo, ¿qué más descubriste en él?
Toda la biografía viene a responder esa pregunta, cómo era la vida para Gustavo. Hay miles de detalles, matices, obsesiones, miedos. Gustavo usaba un champú distinto todos los días porque tenía miedo que se le cayera el pelo, se compraba mucha ropa y muchos discos cuando salía de gira, miraba documentales de tiburones, tenía una colección de sombreros enorme y muchos juguetes en el living, era muy obsesivo y perfeccionista con su trabajo. Todos los domingos iba a comer a la casa de su madre, una de sus hermanas trabajaba con él, era muy enamoradizo con las mujeres. Son muchos detalles que terminan componiendo como un cuadro.
Gustavo no se enganchó con la dicotomía Redondos-Soda ¿Por qué crees que fue así?
No le interesaba mucho, no tenía esa mirada de la música. Por otro lado surgió un equívoco por el que Los Redondos quedaron como la banda de sonido de los marginados del sistema y Soda como los frívolos, los chetos. Salvo el Indio, los Redondos venían de familias patricias y Gustavo tenía un origen más humilde, venia de clase media trabajadora. Para él la música era una forma de abrirse camino en la vida. No tenía una mirada política de la música era, más emocional.
¿Qué te cambió en estos cinco años como persona, como periodista?
Fue muy transformador el trabajo, imagínate que empecé a los 27 años, viví cuatro años y medio prestándole atención a la vida de alguien, a sus cualidades, a sus defectos, a los valores que tenía, hice un trabajo a nivel emocional para componer el retrato, ver qué zonas de su vida a mí me afectaban de alguna manera, cuáles me movilizaban o me generaban empatía o rechazo. Las historias nos atraviesan de alguna manera ya sea consciente o inconscientemente; para mí el trabajo era volver consciente lo que me resultaba atractivo de esa historia. Las personas tienen herramientas y uno puede ir aprendiendo cómo se desenvolvían ante ciertas situaciones. Por ejemplo, Gustavo era alguien sin melancolía, se desprendía muy fácil del pasado, eso está buenísimo para aprender.