¿Volvió Blur?
Suena “Go out”: hay gente desconcertada que se pregunta “¿Qué es esto? ¿Y “Girls & boys?”; hay gente que, si bien no sabe qué es, decide corear “oh oh oh” al ritmo que la canción pide; hay gente que entiende que se trata del tercer tema del último disco de Blur, The magic whip, y se aventura en el estribillo a acompañar a Albarn. Lo cierto es que este último tipo de gente no es la que abunda, y al resto del público le cuesta arrancar con la misma energía que la banda.
Pasar de “Go out” a “There’s no other way” es una movida brillante: aquellos que no se habían enganchado todavía, con esta canción que “sabemos todos”, saltan. Entonces, para seguir con el mismo esquema, continúa “Lonesome street”, la primera canción de The magic whip, seguida de la linda “Badhead”, perteneciente a Parklife, para después aventurarse con “Ghost ship”, una más del último álbum de la banda. Hasta ahora, Albarn siguió al pie de la letra toda la guía de “Cómo ser un buen showman”, si es que tal guía existe. Pero no pasa nada, parece todo tan efímero.
Y de repente Coxon, bendito salvador Coxon: “Coffee & TV”. No se entiende bien por qué, pero Tecnópolis explotó. Lo cierto es que en este momento, entre el encanto inglés y los clásicos mezclados con los contemporáneos, volvió Blur. Si a alguno le quedaban dudas, con “Coffee & TV” no le queda ninguna. Algo se entendió: entre esos cuatro tipos hay una dinámica y un balance perfecto, en donde nada se deja al azar. Albarn está con el público, se mete entre ellos, se lo ve disfrutar de sus espectadores así como ellos disfrutan de él, mientras que Coxon permanece estoico, tímido y tranquilo: el ying y el yang. A su vez, James mantiene su perfil de chico malo y lindo, y Rowntree se limita a tocar, pero sonríe y se divierte cuando Albarn juega y le da la espalda a Tecnópolis para verlo a él.
Todos embarcados en un viaje que es movido y a su vez pacífico. Las introspectivas “Out of time”, en una versión un poco más rápida de lo normal, y “Caravan”, ambas de Think tank (el álbum del que Coxon casi no formó parte), hacen que el público quede hipnotizado y calmo. Hasta que llega “Beetlebum” y pocos son los que no gritan “and when she lets me slip away”. Momentos después, aterriza “Tender”, con esa melodía tan reconocible y armoniosa: una vez más Albarn y Coxon demuestran que son un gran dúo. Para salir de esta ternura y mover un poco los esqueletos, aparecen varios espectadores en escenario y suena “Parklife”: una vez más, el costado más de “animador” que tiene Albarn. Llega “Ong ong”, divertida composición de The magic whip, y para equilibrar (porque es claro que ese fue el modus operandi del show), “Song 2”: salten, bailen, griten, que ya no hay duda de nada.
“This is a low” dio fin a la primera parte del recital: correcta, como siempre. Vuelve Blur al escenario para los bises: arranca con “Stereotypes”, de The great escape, una elección sorpresiva, tal vez (si había que elegir algo de ese disco sí o sí, la opción obvia hubiera sido “Country house”). Sigue “Girls & boys”, y ahí sí, todo el público a pleno. Si creían que iba a continuar “End of a century”, estaban equivocados: “For tomorrow” fue la elección de los británicos. Y para el gran final, un cierre con la marca de Blur por todos lados: “The universal”, esa hermosa y emotiva canción que, en vivo, pone un poco la piel de gallina.
Después de un viaje de poco menos de dos horas, la sensación que queda, es extraña. Está todo bien: el sonido es bueno, la puesta es correcta, las canciones elegidas fueron acertadas. Pero falta algo. Tal vez en 2013, por ser la gira de reunión, era otro el espíritu: había un movimiento colectivo, una emoción que unificaba, y eso no se respiró en esta oportunidad. Tal vez estaba todo demasiado equilibrado, y tanto calculo molesta un poco al corazón. Tal vez. Entonces, una sola pregunta queda responder (y la resolución depende exclusivamente de cada espectador): ¿volvió Blur?