Woody Allen: El que viene siempre
El eterno director vuelve al ruedo... aunque nunca se fue.
Una de las pocas cosas que hay que esperar todos los años es la nueva película de Woody Allen. Y es así desde el año 71: desde entonces, luego de Bananas (su tercera película) filmó sin solución de continuidad, publicando al menos una película por año, a excepción de tan sólo 4 temporadas. Nada indica que Allen deje este hábito, aunque en diciembre cumpla 80. Eso tranquiliza. Va a continuar el rito de la espera.
Siempre hay que estar atento a lo que él haga, porque si bien se sabe que no va a haber grandes sorpresas, siempre hay algo nuevo. La vara, siempre alta. Cualquier ocasión es buena para invitar a una chica al cine en una primera cita y ver si la cosa puede andar. Si no le gusta Woody, algo anda mal.
A la hora del trabajo, Allen es como un gran jugador de basquet de la NBA: poca posesión y gran efectividad en el tiro; poco tiempo de ensayo y filmación, gran nivel de efectividad en sus películas. A él le gusta más referenciarse con el jazz: "filmo rápido, no ensayo demasiado, no pierdo tiempo en pensar demasiado, mis rodajes son como el jazz, fluyen". En lo del jazz se lo puede compartir, lo de que no piensa demasiado, no tanto.
Su nueva película, Hombre Irracional (Irrational Man), la número 43 en su derrotero cinematográfico, empieza como para ser una comedia dentro de lo esperable, pero pega un giro decisivo cuando el protagonista Abe Lucas (Joaquín Phoenix) llega al convencimiento de que tiene que hacer algo. Allí aparece la decisión irracional.
Esta nueva película tiene un planteo novedoso dentro de los crímenes perfectos que plantea el director en los últimos años: El protagonista decide matar a un juez vengativo que pretende quitarle la tenencia de los hijos, de forma injusta, a una mujer. En este caso, el crimen es “el bien de otro”, no busca salvarse a uno mismo. En el caso de Crímenes y Pecados (un oftalmólogo plantea el asesinato de su amante que le hace la vida complicada) y en Match Point (el protagonista asesina en el marco de una relación de infidelidad), la motivación tenía que ver con “salvar” la propia vida.
Phoenix -que trabaja por primera vez con Allen- encarna a un profesor de filosofía que no tiene demasiada expectativa en su saber. ”La filosofía es pura masturbación mental” le dice a sus alumnos, en un pasaje de la película. Nada más que agregar.
El propio Allen descree del valor de la filosofía y no solo de ella: “He leído a todos los grandes pensadores y siento que ni la filosofía, ni la psicología, ni la iglesia católica, ni el comunismo, ni muchos menos el cine pueden dar explicaciones mínimamente lógicas, coherentes o tranquilizadoras sobre este mundo que está a merced de la locura del azar”.
Cuando los años pasados sean demasiados, poco importará que alguien, pensando en el crimen perfecto de Allen, confunda a Hombre Irracional con Match Point o Crímenes y Pecados. No será importante que se esfume de la mente aquella película en la que trabajó con Emma Stone, la alumna enamorada del profesor de Hombre Irracional. Porque a Woody Allen hay que verlo en un continuo. Poner el acento en sus grandes temas y sobre todo, en la capacidad de tratar las angustias y obsesiones del ser humano, mientras hace reír.
Artículo publicado en la edición impresa del mes de octubre.