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"La literatura latinoamericana es mi mayor influencia"


Cuando la prensa nombra a un artista emergente como “promesa” puede ser por dos motivos: Porque su, por el momento, reducida obra tiene chispazos de genialidad o porque sus producciones son de gran calidad en su totalidad y no son clásicos sólo por el hecho de que fueron generadas por artistas sin mucha popularidad. El escritor Adam Thirlwell puede estar orgulloso de formar parte del segundo grupo.


Encontrarse con él es como entrar a una cápsula íntima, por donde dan saltos su simpatía y su constante sonrisa. Desde lejos y con los ojos un poco cerrados (y si tuviera el pelo un tanto más largo) no sería difícil confundirlo con un hobbit. Viéndolo de cerca es sencillo pensarlo dentro del grupo de amigos de la primera época los Arctic Monkeys, con su cabello despeinado y su vestimenta inglesa.


A los escasos 25 años, Thirlwell (Londres, 1978) publicó su ópera prima, Politics.”Fui muy afortunado al publicar mi primer novela, se la mandé a un agente al cual le gustó y la editó, fue sorprendentemente fácil” y agregó “Eso fue 10 años atrás, creo que ahora sería más difícil publicar el primer trabajo, con tantos escritores dando vueltas por Londres”.


En 2009, tras publicar un ensayo titulado Miss Hebert, editó su segunda novela. “Por la presión que generó el reconocimiento por Politics fue difícil escribir The Escape, pero después me di cuenta –dice entre risas- que en realidad todas las novelas son difíciles de escribir”.


Al escucharlo hablar resulta difícil entender como un joven tan simpático, hincha del Tottenham y quien dice tener como héroe al crack argentino Ossie Ardiles, pueda sumergirse en un mundo literario tan conflictuado, sensual, lujurioso y carnal.


Raphael Haffner es el protagonista de The Escape, en la que es nombrado en muy reiteradas ocasiones, casi obsesivamente. Entre las constantes descripciones de éste anciano de 78 años, cualquiera, al azar, podría ser citada para diagramarlo: “Cobardía, obscenidad, encanto e inmoralidad eran las cualidades que Haffner prefería” dice el narrador en algún momento perdido de la novela. Para explicar la creación del personaje, Thirlwell dice, siempre mirando a los ojos: “Creo que lo que me inspiró a crear a Haffner fue mi terrible sentido del humor, me agradaba la idea de que alguien viejo fuera lo más inmaduro posible”.


Leerlo es encontrar un Milan Kundera remixado. Sus reflexiones filosóficas en medio de pasajes narrativos se guiñan permanentemente con los textos del Checo y sus palabras lo miman aún más, constantemente. En ese sentido, ¿Adam Thirlwell escribe para encontrar respuestas o para hacerse nuevas preguntas? -Piensa- “Creo que ambas. Uno escribe porque tiene la cabeza en ciertas cosas y escribir es la forma más fácil de simplificar esas preocupaciones, pero una vez que solucionas eso, encontrás nuevos problemas”.


Conocido gran lector, Thirlwell aprovecha cada oportunidad que tiene para lustrar su vitrina de influencias, con referencias textuales o estructuras narrativas. En ese sentido, él revela “La literatura latinoamericana es posiblemente mi mayor influencia. Naturalmente me encantan escritores como Borges, Cortázar, Bioy Casares, Arlt y Macedonio Fernández, pero también me gustan escritores jóvenes como Alejandro Zambra, Alan Pauls o César Aira”.

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