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Juego de Tronos

Katy Perry llega a la Argentina en medio de la batalla más escandalosa por llevar la corona de Reina del pop, pero, ¿ese apodo es realmente importante?



Desde siempre, desde que la música se constituyó como un producto cultural masivo, ésta ha generado, en sus máximos exponentes, una suerte de linaje real. Sobre fines de los 30 y los 40, Robert Johnson fue El Rey del Delta Blues. Luego, durante los 50 y los 60, Elvis fue El Rey del Rock and Roll. A fines de los 70s los Rolling Stones se ganaron el mote de Sus Majestades Satánicas y durante los 80 el reinado fue de Michael Jackson y Madonna. Hoy, sin embargo, el pop entendido como manifestación musical destinada a cualquier persona de cualquier cultura o idioma se ha quedado sin un ídolo que ocupe el trono, aunque muchos y muchas sean falsamente señalados como reyes.


La realidad marca que el mercado está atomizado, no solo en el ámbito del pop, sino en prácticamente todos los planos culturales: ya no existe un programa de TV que sea líder indiscutido, ni tampoco una radio de moda; no hay una banda que se posicione sobre las demás, ni tampoco películas que duren semanas y semanas en cartelera. En todas esas disciplinas, la constante suele ser siempre la misma (al menos en el mainstream): se han achicado las brechas que separaban a lo top de lo olvidable. La calidad del mejor disco del año (el que sea), no escapa tanto de las bondades de un álbum perdido en el calendario. Por poner un ejemplo, el último trabajo de Foo Fighters (indudablemente incluida en el top five de bandas clave de la actualidad) no se destaca inconmensurablemente del último de Fall Out Boy. El mainstream ha llegado a una meseta.


En un juego de tronos parejo, en el que compiten artistas como Miley Cyrus, Lady Gaga o Rihanna, Katy Perry es, tal vez, la más completa de todas las candidatas a reina. Nacida como Katheryn Elizabeth Hudson, fue criada en Santa Bárbara, California, por sus padres, pastores religiosos, por lo que fue educada en el puritanismo (es interesante como la mayoría de las cantantes pop han tenido progenitores fanáticos de la religión, como si ese hecho las terminara impulsando a una rebeldía contra ellos y su pasado, que las constituye en mujeres con fuerte impronta sexual y desatada). Tras un par de inicios fallidos en el mundo de la industria musical, abandonó el nombre de Katy Hudson y adoptó el de Katy Perry. Desde entonces, todo fue distinto. Hoy tiene la voz más reconocible y distinguida del género y es, de entre todas sus colegas, la que mejor se adecua a la tradición musical del pop: estribillos epidémicos, una mirada provocativa, trajes llamativos (el uso del color y los vestidos vintage son su preferencia) y un derroche de sonrisas a cada momento. Sin embargo, algunas de sus letras, que compone por su cuenta en la mayoría de los casos, le han valido críticas de los sectores religiosos y homosexuales. “Yo besé a una chica y me gustó”, canta orgullosa. Escándalo: la iglesia, feliz.


Sin embargo, ese linaje real formado por los fans y la prensa parece estar diluyéndose en el imparable fluir de la ansiedad twittera del siglo XXI. Tal vez el país de la música esté pasando del paradigma de la monarquía a un nuevo régimen. En el prólogo de El ocaso de los ídolos, Nietzsche dijo “en el mundo hay más ídolos que realidades”. Esa frase, si bien fue dicha en un marco conceptual que se proponía interpelar a una sociedad distinta a la actual, puede ser utilizada para el análisis de la situación de los ídolos pop modelo 2015, no sin riesgo de faltarle el respeto al filósofo alemán. “Miley Cyrus hay una sola”. “No hay dos como Justin Bieber”. Esas dos frases, aunque parezcan promocionadas por fans de dichos cantantes, no son más que una obviedad, una tautología. Sin embargo, eso solo es cierto desde una visión lógica, porque, utilizando la frase del pensador nacido en Alemania como molde de análisis, existen tantas Miley Cirus como muchachos/as que la idolatren: el pop se cimienta en la construcción de figuras deseadas y, como tal, cada uno la moldea a su gusto. Cada fan toma de Miley (o de cualquier otro ícono actual), lo que le interesa, para colocarlo en el horizonte, para tener una utopía.


Por eso, en este cambio de paradigma, quizás tampoco haya una sóla forma de escuchar una canción, sino, una por cada par de oídos.


¿Y quién puede criticar eso?


Katy Perry se presenta el 3/10 en el Hipódromo de Palermo.




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